SEXTO SELLO

Dr. Samuel Pérez Millos

Ap.6:12-17

“Miré cuando abrió el sexto sello, y he aquí hubo un gran terremoto; y el sol se puso negro como tela de cilicio, y la luna se volvió oda como sangre” (v.12)

En su observación Juan prestó atención al momento en que el Cordero abrió el sexto sello. El apóstol estaba atento a los acontecimientos que seguían a cada apertura de sellos para detallarlos. El sexto sello abre una panorámica de cataclismos cósmicos aterradores. El orden en el firmamento se conmueva. La conmoción de los astros se había anunciado ya como uno de los acontecimientos propios del día de la ira de Dios, el día de Jehová: “Por lo cual las estrellas de los cielos y sus luceros no darán su luz; y el sol se oscurecerá al nacer, y la luna no dará su resplandor. Y castigaré al mundo por su maldad, y a los impíos por su iniquidad” (Is.13:10-11) Vuelve a apreciarse como el Apocalipsis es el entronque ordenado de las profecías que Dios había dado por los profetas de la antigua dispensación, completamente para su comprensión plena. La primera conmoción cósmica es un gran terremoto. Los acontecimientos que se describen aquí tendrán lugar a la mitad de la última semana de las anunciadas por Daniel (Dn.9:25) Por el desarrollo del libro se estima que este terremoto corresponde al final del primer período de tribulación y habrá otro inmediatamente antes del retorno de Jesucristo. Son acontecimientos que deben entenderse literalmente, salvo cuando sea absolutamente necesario tomarlos como lenguaje simbólico. Estos sucesos anteceden a la segunda venida de Jesucristo (Jl.2:30; Mt.24:29, 30; Mr.13:24-26; Lc.21:25-28) Nuestro Señor señaló acontecimientos semejantes en el discurso del Monte de los Olivos, lo que hace coincidir plenamente todo el desarrollo del Apocalipsis con el mensaje profético Cristo Jesús en el Evangelio de Mateo 24:29

De la angustia en la tierra a la conmoción cósmica, ambas cosas se manifestarán en el tiempo inmediatamente anterior a la segunda venida del Señor. Las dificultades irán en aumento y a las guerras, hambres, pestilencias, persecuciones y huidas, se añadirán las convulsiones de la naturaleza que, al servicio del Soberano, serán instrumentos de juicio contra los pecadores impenitentes. Eb aquellos días se producirán grandes cambios en la creación. Juan observó cómo se produjo el gran terremoto. No era uno de los acostumbrados en Asia Menor, sino uno de enorme magnitud. De terremotos, como manifestación de intervención divina sobre el mundo en el tiempo de la ira de Dios, hay muchas referencias, entre otras las citadas anteriormente (Mt.24:7, 8; Lc.21:11; Ezq.38:19; Jl.2:10; Amós 8:8) La magnitud del terremoto no se había producido antes y sólo es comparable con un segundo seísmo que se producirá antes de la inmediata aparición de Jesucristo (16:18) La segunda manifestación de la convulsión cósmica tiene que ver con el oscurecimiento del sol. Una de las manifestaciones que tuvieron lugar como evidencia para los egipcios de la acción divina fue la plaga de las tinieblas, novena en el orden de aquellos acontecimientos. 

En el relato del Éxodo se afirma que “hubo densas tinieblas sobre toda la tierra de Egipto, por tres días” (Éx.10:22) Aquella manifestación de la acción de Dios era una señal de advertencia, como todas las anteriores, para los egipcios en el sentido de que el Soberano estaba actuando y que sus palabras debían ser atendidas. De la misma manera en el tiempo final, Dios están dando oportunidad a los hombres llamándolos al arrepentimiento, a medida que pasa el tiempo, hacen más evidente que no son producto de la casualidad sino acción directa de Dios. Como en días de Moisés, la liberación del pueblo de Dios será una realidad inminente. El oscurecimiento del sol se había anunciado proféticamente en el Antiguo Testamento (cf.Is.50:3) En los momentos intensos del juicio de Dios sobre su inocente Hijo de Jesús en la Cruz, se dice que el sol se oscureció durante tres horas sobre el Calvario (Mt.27:45) Mateo describe aquel acontecimiento sobrenatural con palabras sencillas que corresponden a la realidad de un hecho histórico y que contrasta con la posición genética que el evangelista da a oros asuntos temporales, concretando para el tiempo de tinieblas sobre el Gólgota la hora de comienzo y de términos dela oscuridad. La luz se retiró a la “sexta hora”, que en el cómputo del tiempo actual correspondería al medio día. Mateo afirma que “hubo tinieblas”, el sustantivo que utiliza expresa la idea de oscuridad, desde una oscuridad intensa carente totalmente de luz. 

El evangelista afirma que esas tinieblas cubrieron “toda la tierra”. esa expresión puede referirse, como posiblemente sea así, a Israel y de forma especia a Jerusalén y probablemente extensiva también a Judea. El la Escritura el término ·tierra”, tiene que ver, sobre todo en profecía, con Israel. Los efectos sobre el sol alcanzan también a la luna. En la visión de Juan se aprecia que la luz del astro adquiere una tonalidad rojiza. Joel lo había anunciado ya en su profecía: “El sol se convertirá en tinieblas, y la luna en sangre” (Jl.2:31) Otros profetas hicieron mención a que la luna dejaría de dar su resplandor; así lo observamos en las profecías de Isaías 13:10, y Ezequiel 32:7. 

 “Y las estrellas del cielo cayeron sobre la tierra, como la higuera deja caer sus higos cuando es sacudida por un fuerte viento” (v.13)

La acción de Dios sobre el sol y la luna se extiende también a las estrellas, que Juan ve caer del cielo a la tierra. Un cataclismo relacionado con las estrellas había sido anunciado proféticamente mucho tiempo antes (Is.13:9, 10). Es indudable que no puede tratarse de las estrellas o soles que están en el universo y que son mucho mayores que la misma tierra. El término que Juan usa y que se traduce como estrellas puede hacer referencia a las estrellas – soles en las galaxias, pero también se usa para referirse a cuerpos celestes más pequeños. El término se utiliza para referirse también a los cometas y asteroides. Probablemente lo que Juan vio fue lo que se llama una lluvia de estrellas, que se produce cuando la tierra atraviesa la cola de cometas o entra en el campo de pequeños cuerpos siderales. La abundancia de estrellas, en el sentido que se apunta, era de tal magnitud que Juan la compara con la caída de los higos de una higuera sacudida por un viento violento. Siempre un fenómeno cósmico intenso, sobre todo si va acompañado de otros inexplicables como la disminución de la luz del sol y de la luna, produce un impacto notable entre las personas que se sienten lo que realmente son: insignificantes ante la grandeza de la creación. Sin embargo, ni siquiera esto les conduce a reverenciar al Creador que está sobre todo esto y lo controla.

“Y el cielo se desvaneció como un pergamino que se enrolla; y todo monte y toda isla se removió de su lugar” (v.14)

Juan observa la conmoción cósmica que se produjo, unida al gran terremoto en la tierra y a los efectos que ocasionaba una notable disminución de la luz en el sol y la luna. Gráficamente describe la visión de los acontecimientos que afectan al universo como un cielo que se desvanece y como un pergamino que se enrolla. El verbo que utiliza tiene también el sentido de apartarse. Para los judíos el cielo es como una cúpula extendida por Dios sobre la tierra en donde están los astros. El vio como las estrellas o asteroides, según se comentó antes, caían sobre la tierra, por tanto, es como si el cielo se escindiese y desdoblase en dos pastes, lo que originaría la caída de los astros suspendidos en la bóveda. No es posible determinar con certeza el alcance de la visión de Juan y reducirla a palabras que la expresen en lenguaje humano. El fenómeno cósmico hace que el cielo se abra y se enrolle como si fuese un pergamino que se rompe por la mitad. La visión de Juan certifica la omnipotencia del Creador, que es capaz de actuar sobre el universo, de modo que el vidente observa su acción como si se tratase de alguien que con fuerza rompe un pergamino. La realidad será muy superior a lo que podemos entender con la descripción de Juan.

Los montes y as islas, dice Juan, se removieron de su lugar. Es necesario entender también esto en dos sentidos: primeramente, en el lenguaje hiperbólico que describe una conmoción cósmica de esa naturaleza; en segundo lugar, en sentido de que el terremoto afectó la totalidad del planeta. Ningún monte por grande e impotente que fuese deja de sentir el impacto que lo hizo temblar; ninguna isla por lejana que fuese dejó de estremecerse por el temblor de la tierra. No significa que todos los montes y todas las islas dejarán el lugar y se trasladase a otro sitio, sino que todo cuanto exista en la tierra y en el mar sintieron el impacto del terremoto. Sin duda un cataclismo semejante dejará profundas huellas en la tierra. Es muy probable que una sacudida sísmica de esa naturaleza, haga desaparecer alguna isla y destruyese algún monte, sin embargo, se aprecia que la vida sigue en la tierra, a pesar de que recibió el impacto de algo tan formidable que nadie puede negar la procedencia sobrenatural del mismo. Juan ve como todo el cosmos es afectado por la acción del Todopoderoso que está en el trono y del Cordero que actúa como juez universal. Dios se manifiesta interviniendo en los asuntos de los hombres y mostrándose como el omnipotente, cuya acción alcanza al universo, en una solemne manifestación de su gloriosa autoridad.

“Y los reyes de la tierra, y los grandes, los ricos, los capitanes, los poderosos, y todo siervo y todo libere, se escondieron en las cuevas y entre las peñas de los montes” (v.15)

Juan describe en pocas palabras una escena de pánico colectivo. Un miedo intenso alcanza a todos los que moran en la tierra. Se hace referencia a las personas de toda la escala social, desde los reyes, es decir, aquellos que están en el ejercicio de gobierno sobre las naciones; pasando por los magnates, los que son poderosos y tiene un alto rango en la escala social; luego se refiere a los tributos, alusión genérica a los que están en posiciones de rango militar, a los ricos, quienes ocupan la escala más elevada dentro de las clases sociales; también a los poderosos, aquellos dotados de autoridad para ejercerla entre las gentes; junto con ellos, todo siervo, que en general alcanzan a quienes tiene que prestar un servicio personal para vivir, que, en tiempos de Juan, comprendía también y de forma especial, a los esclavos; finalmente se hace referencia a la generalidad de las personas mencionando a los libres, en contraposición a quienes están en dependencia, bien de esclavitud o bien de servicio. 

Todos ellos son presas del pánico, por cuanto la generosidad e insistencia de las acciones que se producen sobre el mundo, apuntan a una acción sobrenatural que escapa absolutamente al control humano y que les hace sentir que Alguien superior a los hombres está actuando de esa manera. Aterrorizados se escondieron todos ellos en las cuevas y en las rocas de los montes. Sin embargo, a pesar de ser conscientes de ello, no retornan a Dios, sino que procuran alcanzar un lugar donde refugiarse, descrito por Juan como tratando de introducirse en cueva y buscar protección debajo de las peñas de los montes. Es una tremenda visión de la actuación ilógica e inconsecuente del hombre que trata de refugiarse escondiéndose bajo las piedras, cuando el universo entero se estremece por el poder omnipotente del soberano Dios (Is.2:10 y 11)

“Y decía a los montes y a las peñas: Caed sobre nosotros, y escondednos del rostro de aquel que está sentado sobre trono, y del a ira del Cordero” (v.16)

Junto con la acción de buscar refugio de la acción judicial de Dios en las cuevas y ajo las peñas, se aprecia el clamor insensato de los hombres que no se clama a Dios en un acto de arrepentimiento, sino que piden a los elementos en los que buscan refugio como son los montes y las peñas. En una absurda locura espiritual los hombres tratan de liberarse de la ira de Dios, ordenando a los montes y a las rocas que caigan sobre en una provisión protección que los oculte de la ira de Dios, y escondednos del rostro del que está sentado sobre el trono y de la ira del Cordero (véase Oseas 10:8) La ira está vinculada a quien es el Salvador, ya que los hombres se dan cuenta de estar bajo la ira del que “está sentado en el trono y del Cordero”.  La ira de Dios por el pecado queda definitivamente detenida para aquél que en un acto de fe se refugia en Cristo y se apropia de la obra que Él llevó a cabo en la Cruz (véase (Rom.8:1) De ahí que el evangelio sea un llamado de Dios a la fe que salva, librando de la ira (Hch.16:31) Por tanto, quien se condena, permaneciendo bajo la ira, es aquel que rehúsa obedecer el mensaje del evangelio (Jn.3:36)

“Porque el gran día de su ira ha llegado; ¿y quién podrá sostenerse en pie? (v.17)

Los acontecimientos y la conmoción cósmica hacen entender a los hombres que Dios es el que está interviniendo. ¿Cómo saben ellos que se trata de la ira de Dios?  y, sobre todo ¿cómo saben que es el gran día de su ira? Los hombres han hablado, a lo largo de la historia, muchas veces del fin del mundo. Ahora comprenden que esta situación no puede entenderse sino como algo semejante a lo que ellos habían considerado como de ese tiempo final. Las evidencias del entorno histórico de aquel tiempo les harán reflexionar orientándolos en esa dirección. La muerte de la población (Cap.6:7, 8), el hambre y la carestía (Cap.6:5, 6() y las guerras que asolan la tierra (Cap.6:3, 4), unidos al terremoto y a las convulsiones en el sistema de los astros, les confirma que sólo la actuación de la ira de Dios puede alcanzar tales formas.  A la reflexión sigue una pregunta: “¿Quién podrá sostenerse en pie?” Solamente podría ocurrir esto en aquellos que estén dentro de las de Jesucristo (Lc.21:36) Nadie podrá sostenerse por méritos propios delante del Juez, porque nadie es digno. Dios ha manifestado su gracia en salvación para todo aquel que cree (Ef.2:8 y 9)

 

 

 

 


 

 

 

 

 

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