EL ESPÍRITU SANTO (Parte 1ª)

Juan Bta. García Serna

INTRODUCCIÓN.

Un tema que requiere reflexión, y que la tal nos lleve a experimentar un auténtico cabio en el ´rumbo de nuestra vida´. ¿Hay disposición a que se produzca una renovación espiritual que conlleve verdaderos cambios en lo que pensamos, decimos y hacemos? ¡Ojalá así sea! Lee con toda atención, y piensa en los textos bíblicos que hablen a tu corazón. ¿Una prédica, u homilía? Se trata de entrar en una verdadera comunión con Dios a través del Espíritu Santo, cuyo ministerio fue, es y será el ´alma´ de la vida espiritual. En nuestro contexto social, ´sobran las palabras´, y lo que urge son los hechos, la praxis cristiana. El mundo se desmorona, están decayendo los principios de valores reales que deberían sustentarlo. Si uno es cristiano, no nominal, sino bíblico, entonces nuestro espíritu clamará al cielo porque las personas tengan un cambio interior y no exterior. Te anime a que permitas que el ministerio del Espíritu Santo empiece primero contigo mismo, y entonces serás un instrumento de Dios para compartir con los demás la nueva vida que Dios a través del Espíritu Santo te ha impartido, esto será impactante a otros. ¿De que vale, o sentido, tiene nuestra existencia si ausentamos a Dios de nuestra vida cotidiana? ¡Dejemos a un lado ´el ser religioso´, y aceptemos toda la enseñanza de la palabra de Dios!: “Si alguno habla, hable conforme a las palabras de Dios” (1Ped.4:11)

NACIDOS POR EL ESPÍTIU SANTO.

Jesús en su diálogo con el rabino Nicodemo le dejó claro los dos tipos de nacimiento: “Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es” (Jn.3:6), o sea, un nacimiento tiene que ver al orden natural y el otro espiritual: “Los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios (Jn.1:13) Jesús habló de este obrar del Espíritu, definiéndolo: “Os es necesario nacer de nuevo” (Jn.3:6) ¿Por qué? Jesús lo explica: “De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios” (Jn.3:3), y lo reitera de nuevo: “De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios” (Jn.3:5) Interioriza esta cuestión vital, y pregúntate, ¿he nacido del Espíritu Santo? El ´entrar en el reino de Dios´, dependerá de esta aceptación de enseñanza bíblica. Y para ello, lee con atención lo que dice testo sagrado: “Más a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, le dio potestad de ser hechos hijos de Dios” (Jn.1:12)

SELLADOS CON EL ESPÍRITU SANTO.

Pablo, el apóstol, marca este proceso que culmina en ser sellados con el Espíritu Santo: “En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa” (Ef.1:13) ¿Y qué entraña este ´sello´?, “que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria” (Ef.1:14), o sea, una herencia que en su día el cristiano recibirá: “Y esta es la promesa que él nos hizo, la vida eterna (1Jn.2:25) ¿Estás seguro de tener esta promesa de vida eterna? “Y este es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en su Hijo. El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida” (1Jn.5:11 y 12) Y solamente el ´sello´ de la redención nos da esta certeza de la salvación: “No contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención” (Ef.4:30)

Ahora, una vez ´sellados´, el apóstol Pablo dijo que, el Espíritu Santo forma parte de nuestro cuerpo: “¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues a Dios, en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios” (1Cor.6:19 y 20) Por ello, uno vive bajo la dirección del Espíritu Santo, y no en la dirección de la carne: “Más vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros: Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él” (Ro.8:9) La contundencia de esta expresión no tiene equívoco alguno. ¡O, tienes al Espíritu de Cristo o no lo tienes o, tienes al Espíritu de Dios o, no lo tienes o, tienes al Espíritu Santo o, no lo tienes! Aquí radica si eres o no salvo, ya que no se nos dice nada en absoluto de religión, como si la pertenencia a alguna de ellas nos diese la certeza de ser hijos/as de Dios para la eterna salvación. 

LLENADOS CON EL ESPÍRITU SANTO.

“No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu” (Ef.1:18) Lo que Pablo quiere decir es que ´estemos siendo llenados del Espíritu´. Se trata de algo continúo. Una experiencia en la que el Espíritu Santo toma el control y dirección de nuestra vida, y por ello, ya no somos nosotros los que actuamos, sino que hay una ayuda del Espíritu Santo: “Porque si vivimos conforme al Espíritu, andemos también por el Espíritu” (Gál.5:25 Veamos algunos textos bíblicos donde se manifiesta esta llenura del Espíritu Santo: “Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos. Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados. Y fueron todos llenos del Espíritu Santos” (Hch.2:1´2, 4) Y en otra ocasión, “entonces Pedro, lleno del Espíritu Santo”, habló a los gobernantes y a los ancianos de Israel (Hch.4:8)

En la iglesia apostólica, para llevar a cobo un ministerio, qué se pedía: “Buscad, pues, hermanos, de entre vosotros a siete varones de buen testimonio, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría; a quienes encarguemos de este trabajo” (Hch.6:3) Y a uno de los discípulos se dice de él que “era un varón bueno, y lleno del Espíritu Santo y de fe. Y una gran multitud fue agregada al Señor” (Hch.11:24) “Y los discípulos estaba llenos de gozo y del Espíritu Santo” (Hch.13:52) Cada uno de los cristianos deberíamos tomar la vida normal en la ´llenura del Espíritu Santo´, ya que sería la auténtica vida de espiritualidad que Dios demanda en las Sagradas Escrituras, y la cual glorificaría a Dios.  

 

 

 

 

 

 

 

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