RENOVACIÓN ESPIRITUAL.
Juan Bta. García Serna
La palabra “renovación” es usada en nuestro contexto socio político,
religioso y cultural, con miras a cambios, ya que el ser humano tienes
capacidades de renovar su persona y entorno social. Pero la dimensión del
concepto bíblico de “renovar” tiene un sentido que atañe a la persona humana: “Y
que el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser,
espíritu, alma y cuerpo se conserve irreprochable hasta la venida de nuestro Señor
Jesucristo” (2ª Tesalonienses5:23) Pablo,
el Apóstol, hace alusión a “la renovación del Espíritu Santo” (Epístola de Tito 3:5) E indica que “sois templo de Dios y que el
Espíritu de Dios habita en vosotros” (1ª Corintios 3:16) Y el Apóstol Pablo
dice que “aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, no obstante, el
interior se renueva de día en día” (2ª Corintios 4:16) La finalidad en la vida
de todo cristiano es una experiencia de proceso renovador: “Habiéndoos
despojado del viejo hombre con sus hechos, y revestidos del nuevo, el cual
conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento
pleno” (Epístola a los Colosenses 3:9 y 10)
Si hay un proceso renovador, entonces debe intervenir el Espíritu, Quien amortigua las obras de la carne, las cuales apagan la vida espiritual, y en cambio, la obra del Espíritu la fortalece la vida espiritual, según el Apóstol Pablo en la epístola a los Romanos (8:13) “Porque si vivís conforme a la carne, moriréis, más si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne viviréis”. ¿Y cuáles son las obras de la carne? ¿Y cuál es el “fruto del Espíritu?”. Fácil de diferenciar según leemos en la Epístola a los Gálatas 5: 19 y 22. Hagámonos esta pregunta: ¿Estamos viviendo en “las obras de la carne”, o en “el fruto del Espíritu?”
Una renovación nos ayuda a tener poder en el testimonio: “y con gran poder los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús, y abundante gracia era sobre todos ellos” (Hechos 4:33) Una renovación hace que sea el Espíritu quien interceda en nuestra oración: “Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles” (Romanos 8:26) Una renovación nos hace defender la fe, ya que es el Espíritu el que habla por medio de nosotros: “Porque no sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu Santo” (Marcos 13:11)
La renovación es el ideal de Dios para cada cristiano auténtico: “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Epístola a los Romanos 12:2) Un texto que conduce nuestro pensamiento hacia cuatro aspectos en el ámbito de la renovación en la vida espiritual: 1º. “No os conforméis a este siglo”, o sea, no sigáis la corriente de este mundo en su escala de valores, “porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo” (1º Juan 2:16) 2º.“Transformaos por medio de la renovación”, es decir, entrar en un proceso de transformación, “por medio de la renovación”, que significa dejar el estilo de vida que hay en el mundo, y centrarse en “la voluntad de Dios”, ya que es la única que “permanece para siempre” (1º Juan 2:17)
3º “Por medio de la renovación de vuestro entendimiento”, quiere decir que,
el punto de partida en una renovación ha de pasar por nuestro “entendimiento”
afectado por la enseñanza bíblica. Si así no fuera, Jesús dice: “Si sabéis
estas cosas, bienaventurados seréis si las hicieres” (Juan 13:17) 4º. “Para que
comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios”, indica que, no sería posible
saberla, sin que haya una renovación, un proceso de madurez espiritual, que
conlleva “transformación de nuestro entendimiento”, o sea, nuestra manera de
pensar. Sin renovación no hay madurez, ni tampoco un conocimiento de la
voluntad divina en aquellas decisiones que hemos de tomar, y especialmente en
lo concerniente en lo que respecta a servir a Dios, que ha de ser conforme a su voluntad, la cual como dice el texto: “agradable
y perfecta”.
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