LIBRO DE JOB (Cap.6)

Juan Bta. García Serna

Job dijo: “¡Oh, que pesasen justamente mi queja y mi tormento!” (v.2), señalando que lo que expresó se debía a su sufrimiento, pero ahora indica que sus” palabras fueron una precipitación” (v.3), motivas por el duro dolor, por el cual no sabía cuál era realmente la razón. Al cristiano no corresponde el saber, con toda precisión, cuáles son los planes de Dios. ¡Qué lección podemos aprender de la humildad de Job, que cuando uno ´yerra´, lo mejor es la rectificación! Un espíritu de arrepentimiento y humildad, el tal siempre será aceptado por Dios.

Job exclama en la aflicción: “¡Quién me diera que viniese mi petición, Y que mi anhelo lo otorgase Dios!” (v.8) La respuesta a la oración es un gran estímulo al creyente que invoca a Dios de todo su corazón, pero no siempre lo que pedimos entra en los sabios planes de Dios. Al igual que la experiencia de Job, el cual sufrió la aflicción, también el cristiano, en cierta medida, y en un otro momento, pasará por circunstancias que requiere resignación. ¡Siempre con la mira de que Dios tiene todo el control, por ello, no hay desesperación!

Job, considera que posee una gran debilidad ante su situación, y por ello, expresa: “¿Cuál es mi fuerza para esperar aún? ¿Y cuál es mi fin para que tenga paciencia aun?” (v..11) Y continúa: “¿Es mi fuerza la de las piedras, O es mi carne de bronce?” (v.12) “¿No es así que ni aun a mí mismo me puedo valer, Y que todo auxilio me ha faltado?” (v.13) Y exclama: “Pero mis hermanos como un torrente me han traicionado” (v.15) La situación de Job era turbulenta, pues todo lo había pedido, y ahora, inclusive, la comprensión de sus amigos, en tales circunstancias que podría hacer el patriarca Job, sino desesperarse en su aflicción, en la cual no encontraba un alivio que le condujese a la consolación, y así puede suceder a quién espera ayuda, y lo que halla, en su lugar, es una auténtica incomprensión.

“Enseñadme, y yo callaré; Hacedme entender en qué he errado”, expresa Job. “¡Cuán eficaces son las palabras rectas!”  Pero, qué reprende la censura vuestra (vs. 24-25) Job, entiende que nada nuevo aportan las palabras de su amigo, y por ello, escucharle no merece la pena. ¡Cuántos consejos se divulgan de personas que sin tacto y amor aconsejan, pensando que sus palabras llevan en sí la correcta corrección, pero que más bien dañan a quienes necesitan ayuda, aunque ello lleve sabia corrección, pero esto no fue el caso de los amigos de Job! Aconsejar sabiamente es un talento de Dios, y que no todos tienen por carecer de un conocimiento de la palabra de Dios, que es la única que ilumina a dar consejos que no solamente apelan a la mente, sino que también tocan el corazón. ¡Sé un buen consejero dejándote guiar por Dios, y aparca tus opiniones que no conllevan consolación!

 

 






 

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