EL AMOR.
Juan Bta. García Serna
Introducción.
Según dos diccionarios de teología dan su definición. Uno: “Preocupación
altruista, leal y benevolente por el bienestar de otra persona”. Y el otro: “El
amor es comunión entre personas; es una acción de entrega”. Ambos conceptos
definitorios tienen mucha razón. Pero lo más relevante no es lo que el hombre
diga, sino lo que dice la palabra de Dios. ¿Y qué enseña la Biblia respecto al
amor? Que el amor no es originado por el
hombre, sino que es un “fruto del Espíritu” de Dios (Gal.5:22) Y que se ejerce
no en teoría sino en acción. ¡Leamos, de manera reflexiva, lo que la Biblia
dice respecto al amor en el que estamos involucrados tú y yo! Y si así no fuese ¿de qué serviría un concepto
sin praxis al respecto?
¿Qué dice la Biblia?
Utilizaré varias versiones que destacan ciertos matices que
aportan comprensión más precisa. “El amor es sufrido, es benigno (´bondadoso´);
el amor no tiene envidia, no es jactancioso, no se envanece; no hace nada
indebido (´no actúa indebidamente´), no busca lo suyo, no se irrita, no guarda
rencor (´no toma en cuenta el mal´) no se goza de la injusticia (´no se alegra
en la injusticia´), más se goza de la verdad (´sino que se regocija con la
verdad´); todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta”
(1Cor.13:4 al 7) ¿Hay lenguaje humano que pueda superar a esta definición
paulina? Si de este amor se hiciese caso, de cierto que desaparecería toda
crispación, rencor y resentimiento que el ser humano anida.
En la práctica todos fallamos, porque, aunque Dios en
perfección nos creó, pero la entrada del pecado adámico todo valor humano lo
deterioró al igual que las demás cualidades que Dios en la humanidad depositó,
porque “fuimos hechos a imagen y semejanza de Dios” (Gén.1:27). Ahora en Jesús
hallamos una nueva recuperación por medio de su muerte y resurrección; ¿no es
algo increíble que podamos recuperar los valores que Adán y Eva perdió en razón
de su pecado de culpabilidad? ¡Ojalá cale en nuestra mente y corazón lo que el
apóstol Pablo expresó, quien inspirado por el Espíritu de Dios dijo que, “si
estamos en Cristo “nuevas criaturas somos, y que lo viejo pasó”! (2Cor.5:17)
Mucho se ha hablado y escrito con respecto al amor, pero hay un desconocimiento de su auténtico significado y relevante valor que la Escritura nos dejó. ¡Echemos una ojeada algunos de los textos bíblicos que hablan del Amor, el de Dios, primeramente, pero también el interactivo que es también el plan de Dios! “Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios” (1Jn.4:7) ¡Amor de recíproca interrelación! En cambio, el que “no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor” (1Jn.4:8) ¡Conocer a Dios equivale a adentrarse en la autenticidad del amor, ya que el tal emana, primeramente, de una personal comunión con Dios!
El amor requiere un sacrificio, no algo platónico, que de
lejos se mira y no se acerca para envolver su vida en su auténtico valor, sino
que huye, escapa, lo deja pasar, ya que en él hay un compromiso, un precio, que
no prefiere arriesgar, ni pagar, porque se pide sacrificio que uno no quiere
dar; algo que contrasta a lo hecho por Jesús muriendo en nuestro lugar (Ro.5:8)
Un ejemplo que cada cristiano debe imitar, pero el amor sin Dios no se puede cultivar
ni perfección tendrá (1Jn.2:5). ¡Ha de haber una dependencia absoluta si de él
quieres gozar, sino será algo ilusorio, teórico y ficticio, el cual a ninguna
parte nos llevará!
Amar es un sentimiento
que del recóndito interior del ser humano surgirá, y emanará con naturalidad si
a Dios conoces de verdad. Un amor que Dios depositó en tu corazón, y que lo
puedes proyectar a los demás. Sin amor no hay vida espiritual, ni motivación
alguna que te conducta a otros ayudar. ¡Aún las buenas obras pueden ser
egocéntricas, y en ellas buscas el parabién de los demás y no la aprobación de
Dios, que realmente es lo que Él aceptará cuando al prójimo buscas beneficiar!
Existe un fariseísmo arraigado en la religiosidad, pero el tal ´socava´ una auténtica vida de espiritualidad
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