LAS SIETE PALABRAS DE CRISTO EN LA CRUZ (VI)

 Juan Bta. García Serna

(6ª)

Por

CARLOS ARAUJO

“Cuando Jesús hubo tomado el vinagre, dijo: Consumado es. Y habiendo inclinado la cabeza, entregó el espíritu” (Jn.19:30)

Esta palabra fue dicha para nuestra consolación, para nuestro gozo, para nuestra paz. Es un himno de triunfo, con el cual Jesús proclamaba la terminación de su obra redentora. Nunca se pudo decir más con una sola palabra (porque en el original sólo hay una palabra: consumado) Nuestra redención es una obra perfectamente concluida. Una obra cuya grandeza e importancia sólo comprenderemos en la eternidad, cuando, libres de todo sufrimiento, catemos con todos los redimidos: “Digno es el Cordero que fue inmolado, de tomar el poder, las riquezas, la honra y la bendición y la gloria, porque Él nos ha redimido para Dios”.

Por ser la obra de Cristo una obra consumada, perfecta, su muerte ha venido a ser para nosotros una fuente de consuelo, el fundamento de nuestra esperanza, la base de nuestra felicidad eterna.

En esta sola palabra: Consumado, está el título de nuestra gloria, la escritura de nuestra libertad, la célula de nuestro perdón y la carta magma de nuestros privilegios espirituales. Es una palabra escrita con “una sangre que habla mejor que la de Abel, con una sangre de valor infinito”. La escribió una mano que fue taladrada en la cruz, porque ninguna otra hubiera podido escribirla. Tiene el sello de una cruz y de una corona de espinas, porque ningún otro timbre pudo hacerla más preciosa.

Esta palabra anuncia el cumplimiento de las profecías referentes a la primera venido de Cristo; anuncia la realidad simbolizada en aquellos sacrificios que se ofrecían a Dios desde los tiempos más remotos; anuncia, en fin, el cumplimiento de todo cuanto Dios había prometido hacer por la redención de los hombres.

 Siendo nuestra redención una obra perfectamente consumada, ¡cuánto ofenden a Dios los que creen que pueden hacer algo para completarla! Muchos piensan que pueden añadir algo a la obra redentora de Cristo; que coadyuvan a su salvación - o que se salvarán- por sus limosnas, ayunos, mortificaciones y otros actos que suponen  meritorios. Este es un error muy grande. Cristo nos ha salvador por completo. Seguramente debemos hacer buenas obras, pero no con la mira de salvarnos, sino para demostrarnos nuestra fe, porque "la fe sin obras es muerta". Jesús dijo: Así brille vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre, que está en los cielos". No dice para que os salvéis por ellas, sino para que Dios sea glorificado.  Creer que nuestras buenas obras contribuyen a nuestra salvación, es ofender al que dijo: "Consumado es".

tengamos plena confianza en la obra redentora de Cristo. Nada podemsos añadir a ella, y en virtud de ella: “Ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús”. Ningún  pecado queda sin perdón; ninguna dicha quedará sin conseguirse. Glorifiquemos, con todo nuestro corazón, al Autor de una obra tan perfecta.

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