COMENTARIO AL APOCALIPSIS (1:4-8)
Juan Bta. García Serna
APOCALIPSIS
(Cap.1:4-8)
Por
Samuel Pérez Millos
“Juan, a las siete iglesias que están en Asia: Gracia y paz a
vosotros, del que es y que era y que ha de venir, y de los siete espíritus que
están delante de su trono” (v.4)
Como es propio en la correspondencia griega, el remitente se
sitúa al principio del escrito, sobre todo en una cláusula de saludo. En este
caso se presenta como Juan. No hay otra identificación para determinar de quien
se trata, pero es lo suficientemente explícita como para que no exista
confusión en la persona que saluda. Juan, en ese solo nombre, transmisor de la
profecía que le da el Señor no puede ser oro que el apóstol Juan, como se ha
considerado antes en la introducción cuando se hizo referencia al autor.
En su segunda y tercera epístola, se refiere a sí mismo, como
el anciano (2Jn.1:3; Jn.1). Aquí aparece su nombre claramente expresado.
Nadie que no sea el apóstol puede haber escrito un libro profético semejante y,
especialmente, cuando en él hay mensajes a iglesias en donde el apóstol tenía
amplio ministerio. Era en todas ellas, alguien bien conocido como apóstol de
Jesucristo.
Los destinatarios del escrito son “las siete iglesias que
están en Asia”. Estas, a quienes dirige el Señor mensajes personales. La
frase está en caso dativo porque, aunque es Juan quien escribe, la revelación
viene de Dios a Cristo y es dada a Juan por medio del ángel. No es posible
determinar la razón por la que se dirige a esas siete iglesias. Tal vez se
dirige el escrito a esas siete porque estaban estratégicamente situadas en el
territorio geográfico de Asia Menor. En general identifican a la Iglesia como
una unidad entre la diversidad de las iglesias locales, en ese sentido, el
mensaje completo para la totalidad de la Iglesia.
No cabe duda que el Espíritu, que dirige los escritos
individualmente a cada iglesia, concluye cada una de las siete cartas haciendo
un llamado al creyente como individuo para que escuche lo que dice a cada una
de las iglesias y responda a la apelación que se hace por medio de los mensajes
donde insistentemente dice: “el que tiene oído oiga lo que el Espíritu dice
a las iglesias” (2:7,11, 29; 3:6,22)
La bendición procede de tres sujetos divinos, dos de los cuales se mencionan en este versículo y el tercero en el siguiente. Primeramente, procede de la Persona del Padre, referida aquí con la expresión “el que es y que era y que ha de venir”, literalmente “el que es, y que era, y que viene”. Esa es la expresión a modo de eco del título divino en el Antiguo Testamento: “YO SOY EL QUE SOY” (Éx.3:14-15). El título establece tanto la eternidad de Dios, como su relación con la historia de los hombres. El que por naturaleza es Eterno, esto es, atemporal, se manifiesta en la temporalidad del hombre como el que permanece inmutable a través del tiempo, de ahí que “en Él no hay mudanza ni sombra de variación” (Stg.1:17). Es el Dios que vive en un presente continuado, el que estuvo presente en el pasado, el que está en el presente y el que seguirá siendo el mismo en el futuro.
La segunda fuente de las bendiciones procede de ola segunda
Persona Divina, Dios el Espíritu Santo. Juan dice: “y de los siete espíritus
que están delante de su trono”. Siendo siete el número perfecto, los siete
espíritus son una figura del Espíritu Santo, expresado en la plenitud de sus
perfecciones. Cuando se refiere proféticamente al Espíritu en relación con el
Mesías, se le asignan siete perfecciones (Is.11:2-3). En el mismo libro volverá
a mencionarse del mismo modo simbólico más adelante, en asociación con el trono
de Dios (4:5). De la misma manera puede compararse la expresión de Juan con las
siete lámparas de las que hace mención el profeta Zacarías, y que al
igual que la visión de Juan son una referencia simbólica a la perfección y
presencia en plenitud del Espíritu Santo (Zac.4:2-10)
Continuará
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