LAS SIETE PALABRAS DE CRISTO EN LA CRUZ (I)
Juan Bta. Garcia Serna
E aquí un excelente y corto librito, de la antigüedad, que narra lo que Cristo Jesús dijo en la Cruz, cuando estaba siendo crucificado. No expondré todo lo que el autor expresó en su escrito, pero sí la mayoría de lo que escribió al respecto.
Por
CARLOS
ARAUJO
“Padre,
perdónales, porque
No saben lo
que hacen”.
(Lc.23:34)
He aquí una oración intercesora. Jesús intercede por sus
verdugos, pidiendo a su Eterno Padre que los perdone. No podemos encontrar otro
ejemplo más sublime de caridad. Jesús enseñó que debemos amar a nuestros
enemigos y orar por nuestros perseguidores; pero Él no era de los que dicen y
no hacen, sino de los que enseñan con la palabra y con el ejemplo. Él dijo lo
que debemos hacer, y fue el primero en cumplirlo.
Esta demostración de caridad nos admira en extremo, cuando
consideramos las circunstancias en que se verifica. La crucifixión producía
unos dolores agudísimos. Los calvos que traspasaban sus manos y sus pies, la
sed abrasadora, la postura violenta, el dolor espiritual que producía n los
insultos y las burlas, la ignominia del patíbulo, la vergüenza de la desnudez,
todo esto producía un martirio horrible en nuestro Salvador. En tales momentos
es cuando Jesús dice: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hace”. Esto es
admirable; esto es sublime. ¡Hasta dónde llega la compasión de Cristo! Es un
manto que puede cobijar a todos los pecadores, incluyendo sus verdugos. Él
mismo que intercedió en la cruz por sus verdugos está ahora a la diestra del
Padre, intercediendo por todos los que le invocan. Sus sentimientos no han
cambiado, porque “Él es el mismos ayer y hoy y por los siglos”.
Siendo la ignorancia un mal tan grande y causa de muchos
males, Jesús quiere desterrarla del mundo. Para ello se vale de los
predicadores del Evangelio y de todo cristiano, pues todos deben ser
propagadores de su doctrina. Si los hombres, pudiendo conocer el Evangelio, lo
rechazan, quedan sin excusa de su ignorancia, y entonces la oración de Cristo
no es una intercesión por ellos. Nosotros también debemos compadecer a los
ignorantes, haciéndoles conocer a Cristo, en cuanto nos sea posible. Es muy
triste ver tantas almas ignorantes del Evangelio, y nosotros, que poseemos este
tesoro, debemos hacer lo posible por comunicarlo.
Aprendamos también a perdonar como Jesús nos enseña. Alguien
dirá que no podemos ser como Cristo, porque Él era Dios y hombre verdadero. Sin
duda, Él fue el único hombre perfecto; pero quiere que le imitemos, y por eso
nos dice: “Aprended de Mí, que soy manso y humilde de corazón”. No podemos
imitarle en sus perfecciones divinas, sino en sus virtudes humanas, y esto es
lo que Él pide de nosotros. Así, pues, por mucho que nos hayan ofendido y
agraviado, perdonemos de todo corazón, “como Dios nos perdonó en Cristo”,
imitando así el modelo en quien debemos poner nuestros ojos.
Aunque no debemos pasar un solo día sin recordar la muerte de
nuestro Salvador, nos conviene meditarla alguna vez detenidamente, considerando
las palabras que habló desde la cruz y los detalles que nos refieren los
Evangelios.
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