EL PAPEL DE LA MUJER EN LA IGLESIA

REFLEXIÓN PASTORAL

Juan Bta. García Serna

No pretendo asentar en esta reflexión un dogmatismo, pues tengo en cuenta que es una cuestión con matices polémicos y, consecuentemente, se debe considerar las sensibilidades bíblicas de los demás, ya que unos y otros defienden su postura acogiéndose al texto bíblico. Y mientras unos vetarían cualquier participación de la mujer en el culto público, otros, a su vez, abogarían por una total participación pastoral de la mujer en la iglesia local. Y otros, darían participación pública a la mujer, con excepción de la cuestión pastoral.

"Las mujeres guarden silencio en las iglesias, porque no les es permitido hablar, antes bien, que se sujeten como dice también la ley. Y si quieren aprender algo, que pregunten a sus propios maridos en casa; porque no es correcto que la mujer hable en la iglesia" (1ª Corintios 14:34-35)

"Yo no permito que la mujer enseñe ni que ejerza autoridad sobre el hombre, sino que permanezca callada" (1ª Timoteo 2:12)

Si la mujer está capacitada para la enseñanza o la predicación, siendo algo que Dios haya otorgado, según dones conferidos a los creyentes, debe ejercerlo en la congregación, ya que según la enseñanza del apóstol Pablo "cada uno" participa en el culto público de la manera que Dios le haya dado el don o dones: "porque todos podéis profetizar uno por uno" (1ª Corintios 14:26 y 31)

Por tanto, 1ª Corintios 14:34-35 debe ser correctamente interpretado, al igual que el otro texto conflictivo de 1ª Timoteo 2:12, pues parece haber una aparente contradicción en lo que Pablo dice aquí y lo que expresó anteriormente, cuando autoriza a la mujer a orar y a profetizar: "pero toda mujer que tiene la cabeza descubierta mientras ora o profetiza, deshonra su cabeza" (1ª Corintios 11:5). Si estos textos no se interpretan debidamente, entonces el silencio de la mujer debería ser total, absoluto y, por lo tanto, no tendrá ningún tipo de ministerio público en la iglesia local.

No obstante, la gran mayoría de las iglesias evangélicas en nuestro país asigna a la mujer algún tipo de participación en la iglesia local, inclusive las que abogan por el silencio de la mujer en público cuando está la iglesia reunida como tal, algo que estaría prohibido por Dios, si hemos de entender los textos bíblicos citados tal como se expresan en las dos citas.

Por ello, la gran mayoría de las iglesias evangélicas no toman "al pie de la letra" estos textos bíblicos, sino que son considerados en su lugar de contexto en las Escrituras. Al hacer alusión a estos textos de aparente signo conflictivo, hay que analizarlos teniendo en cuenta otros textos donde no se observa el tal silencio de la mujer, sino al contrario, lo que vemos es a mujeres ejerciendo diversos ministerios, tanto en la iglesia local como fuera de ella.

Las Escrituras dicen que Felipe “tenía cuatro hijas doncellas que profetizaban” (Hechos de los Apóstoles 21:9). En Hechos 2:16-18 vemos una profecía del profeta Joel cumplida, tanto en lo que respecta a la mujer como al hombre: “de cierto sobre mis siervos y sobre mis siervas en aquellos días derramaré de mi Espíritu, y profetizarán”. En el Evangelio según Lucas se nos dice que en el templo había una profetisa llamada Ana, y ella dio público testimonio de Jesús (Lucas 2:36)

¿Cuál era la función de un profeta o profetisa? En el Nuevo Testamento era “hablar a los hombres para edificación, exhortación y consolación” (1ª Corintios 14:3). Un profeta o profetisa era una persona llamada por Dios que debía ejercer una función religiosa de predicación pública al pueblo de Israel; así vemos algunas mujeres ejerciendo este ministerio como envidadas por Dios, al igual que los hombres. De María la profetisa, considerada como líder en Israel (Éxodo 15:20), Dios dice: “te hice subir de la tierra de Egipto, te redimí de la casa de servidumbre y envíe delante de ti a Moisés, a Aarón y a María” (Miqueas 6:4)

Débora, con la aprobación de Dios, fue una líder política en Israel, y también de carácter religioso, como profetisa, “gobernaba en aquel tiempo a Israel una mujer, Débora, profetisa” (Jueces.4:4). Hulda fue una profetisa (2ª Crónicas 34:22), contemporánea del profeta Jeremías (Jeremías 25:3), y también de Sofonías (Sofonías 1:1). Hulda responde a la autoridad religiosa y política, “y ella respondió: “Jehová Dios de Israel ha dicho así: decid al varón que os ha enviado a mí, que así ha dicho Jehová” (2ª Crónicas .34:23). En ninguno de estos casos de enseñanza bíblica vemos que existiera una prohibición divina por el hecho de que la mujer ejerciera un liderazgo, especialmente, de carácter profético.

Estas mujeres ejercieron un ministerio público en el pueblo de Israel. Con más motivo, este ministerio público se desempeña en la nueva era que Jesús inauguró con su venida. Así en la iglesia local primitiva contemplamos ciertos ministerios de la mujer, dentro y fuera de la iglesia local, como vemos en la alusión a testimonios referentes a mujeres con liderazgo en las iglesias hogares, según el capítulo 16 de la epístola a los Romanos. No cabe duda de que había un ministerio público de enseñanza ejercido por mujeres dotadas para ello (Hechos de los Apóstoles 18:26). Un ejemplo de liderazgo lo tenemos en Priscila y Aquila (Romanos 16:3), cuya “iglesia estaba en su casa”, y también observamos la participación femenina en el diaconado (Romanos 18:26)

De lo que sí discrepamos es que la mujer ocupe el oficio de pastor/anciano u obispo en el gobierno de la iglesia local, ya que no hay ningún caso bíblico conocido explícitamente en el Nuevo Testamento que atestigüe tal liderazgo, pastoral, en el que la mujer, al igual que el hombre, ocupe tal posición de liderazgo de autoridad en la iglesia primitiva. Algunos hermanos/as pueden discrepara de esta postura, y están en su derecho, pero sinceramente, no hay apoyo explícito para que una mujer ejerza el ministerio pastoral, tal como lo vemos en lo que respecta al hombre.

Hay varias citas bíblicas en lo que respecta al ministerio de gobierno pastoral de la iglesia loca que está, en exclusiva, en las manos de ancianos/pastores u obispos, pero no en cuanto a mujeres ejerciendo este gobierno en la iglesia local. Así leemos en Hechos 14:23, “y constituyeron ancianos en cada iglesia”. Y también Pablo le dice a Tito que “estableciese ancianos en cada ciudad” (Tito 1:5). Santiago dice: “¿está alguno enfermo entre vosotros? Llamea los ancianos de la iglesia” (Santiago 5:14). Ni aquí, ni en oros textos bíblicos que hacen alusión al tema en cuestión, indican el asunto del gobierno de la iglesia local llevado por mujeres, juntamente con los hombres, en el gobierno eclesial.

También hay otras citas bíblicas en lo que se refiere a los pastores/ancianos: “obedeced a vuestros pastores, y sujetaos a ellos” (Heb.13:17). “Acordaos de vuestros pastores (Heb.13:7). “Y constituyeron pastores” (Efesios 4:11). Así pastores/ancianos son equivalentes, y también se la da el nombre de obispo (1ª Timoteo 3:1-7). Estas y otras citas bíblicas nos hacen considerar que el tema de una mujer anciano/pastor u obispo no está claro bíblicamente, y en cambio, sí está demostrado, de manera inequívoca, el liderazgo del hombre en tal ministerio pastoral/anciano u obispo en el ejercicio de la autoridad en la iglesia loca, cuyo principio bíblico se debe acatar por el plan de Dios.

También está bastante claro en el Nuevo Testamento que la labor pastoral no descansa en una sola persona, como pastor único, sino en la pluralidad de pastores/ancianos u obispos, bajo cuya responsabilidad debe pastorearse la grey del Señor, que es la iglesia local, y también al lado de los tales están también los diáconos y diaconisas, según el texto bíblico.

En nuestra postura en lo que respecta al papel de la mujer en la iglesia local, nos complace el que muchas iglesias federadas también mantienen la misma posición, y respetamos a las que no la comparten, bien porque van más allá que nosotros o porque se quedan más atrás. No cabe duda que, aunque el trasfondo del Antiguo y del Nuevo Testamento es un contexto de sociedad patriarcales, no obstante, la Biblia deja bastante claro el liderazgo de la mujer, ejercido en diferentes ámbitos eclesiales.

A través de los siglos, el cristianismo ha elevado, aunque con cierta temeridad, el valor de la mujer en contraposición a aquellas sociedades no cristianas que han rebajado a la mujer a niveles serviles. Hoy en día, todavía, no se tiene bastante claro la posición de la mujer en la sociedad en razón de igualdad con el hombre. Esto afecta también al cristianismo histórico y, por supuesto, a las denominaciones evangélicas que aún hoy difieren en cuanto al ministerio que puede ejercer la mujer en el ámbito eclesial. Lo importante en este tema, como en otros de cierta dificultad interpretativa bíblica, es no dejarse influenciar por posturas tradicionales o denominacionales, sino hacer una indagación de lo que dice la Biblia.

La mujer, en algunos aspectos, es diferente al hombre, ya que difiere según el plan creativo de Dios de “varón y hembra” (Génesis 1:27). Sin embargo, son iguales en lo referente a la salvación: “Ya no hay judío ni griego, no hay esclavo ni libre, no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús” (Gálatas 3:28). E iguales en el uso de los dones de tipo general y particular conferidos por Dios. Es significativo la expresión “a cada uno” que aparece a lo largo de 1ª Corintios 12: “pero a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para provecho” (versículo 7) “Mas ahora Dios ha colocada los miembros cada uno de ellos en el cuerpo, como Él quiso” (versículo 18)

Pablo insiste en esta idea en el capítulo 14: “porque podéis profetizar todos uno por uno, para que todos aprendan y todos sean exhortados” (versículo 31); “¿qué hay, pues hermanos? Cuando os reunís, cada uno de vosotros tiene salmo, tiene doctrina, tiene lengua, tiene revelación, tiene interpretación. Hágase todo para edificación” (versículo 26). ¡Por tanto, no hay excepción!  “Pero a cada uno de vosotros fue dada la gracia conforme a la medida del don de Cristo” (Efesios 4:7). La mujer y el hombre tienen dones que fueron otorgados por Dios para edificación; por lo tanto, no limitemos a la mujer sin que haya expresa enseñanza bíblica al respecto.

 

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