CURSO DE ESTUDIO BÍBLICO (X)

Prof. Ernesto TRENCHARD

LEECIÓN X

VARIOS MILAGROS EN FENICIA

Y ALREDEDOR DEL LAGO (7:24 – 8:26)

Introducción

En esta sección hemos de considerar una serie de grandes obras en el período del ministerio en Galilea que precedió la Confesión de Pedro en Cesarea de Filipo. Pronto después el Señor había de poner su rostro para subir a Jerusalén, de forma que las regiones tan favorecidas del Norte, recibían su última oportunidad de contemplar la gloria de Dios en el rostro de Jesucristo. ¡Cuán pocos sabían interpretar sus obras y desentrañar su hondo sentido: que Dios había visitado a su pueblo en gracia y en misericordia para restaurarlo y salvarlo!  No llenos ya de las grandes multitudes que seguían a Jesús; en dos ocasiones el Señor “gimió” al contemplar los resultados del pecado en las vidas humanas; en otras dos ocasiones el Señor saca al enfermo de en medio de las gentes, y emplea “medios” para su curación. Son señales del crecimiento de la incredulidad y del endurecimiento del corazón de la mayoría.

La mujer sirofenisa (7:24-30)

Tiro y Sidón se hallaban en Fenicia, un país que ocupaba el litoral mediterráneo entre los montes del Líbano y el mar. Como había otros “fenicios” en Cartago en el Norte de África, la mujer que se presenta aquí se llama una griega sirofenisa, es decir, una fenicia que habitaba en la región de Siria y que hablaba el griego.

El Señor y los gentiles. Es la única ocasión en que el Señor salió de los límites de Palestina. En general se limitaba a ser “ministro de la circuncisión, por la verdad de Dios, para confirmar las promesas hechas a los padres” (Rom.15:8), pues “la pared intermedia de separación” no podía derribarse hasta cumplirse la obra de la Cruz. Hay vislumbres en los Evangelios, sin embargo, del designio de Dios de bendecir a los gentiles por el Evangelio, y del deseo del corazón del Señor de recoger en un solo redil a odas sus ovejas (Juan 10:16).NO sabemos si el Señor tendría otros asuntos que tratar en Fenicia, pero solamente se revela la curación de la hija de la fenicia: ¡Maravilloso ejemplo del hecho de que ninguna alma humilde y llena de fe está lejos de la mesa abundante del Padre!

“Los hijos y los perros”. La contestación del Señor a la mujer nos parece un tanto dura, pero expresó la posición de los gentiles anteriores a la Cruz y dio ocasión a la sublime expresión de fe de parte de la mujer, lo que tanto alegraba al corazón de Jesús. Los “hijos”, desde luego, eran los israelitas, y, como hemos visto, el Señor, vino, en primer término, a “lo suyos”: al pueblo de los pactos y de las promesas. Para ellos, la “mesa” fue puesta mediante el ministerio terral del Señor. Los “perrillos”, entonces eran los gentiles, que aún no habían sido admitidos al regio festín. La mujer acepta la posición sin quejas ni disputas, pero tiene un concepto tan elevado de la provisión en gracia del Señor, que compara la gran merced que espera recibir (la curación de su hija endemoniada) a una mera “migaja” que cae de la abundante mesa del Señor para el alivio de quienes son aún los “perrillos” debajo de la mesa, Por la narración de Mateo sabemos que el Señor quedó maravillado ante semejante fe en una mujer gentil, diciendo: “¡Oh mujer!, ¡grande es tu fe!”. La “migajas” cayó de la mesa de gracia, y el demonio salió de la hija.

La intercesión. La mujer no rogaba al Señor por sí misma, sino para conseguir una bendición a favor de su hija, ilustrando así la obra de la intercesión que es una de las actividades más importantes del creyente. En este caso se trataba de una hija; cuánto tiempo pasamos nosotros delante del Señor intercediendo por los miembros de nuestras familias. Toda intercesión ha de ser ferviente y constante como en este caso.

Notemos: 1) La mujer llegó a saber que estaba en la casa, a pesar de que el Señor no quiso comparecer en público; 2) “se echó a sus pies” en actitud de rendida súplica; 3) “le rogaba” que echase el demonio de su hija. Por Mateo sabemos que a los discípulos les desagradaba la insistencia de la mujer gentil frente a la actitud de aparente indiferencia del Señor: “Despáchala”, dijeron, pero “el despacho” fue el demonio del cuerpo de la paciente. He aquí la manera de conseguir “migajas”, que son verdaderas comidas espirituales: la comprensión del poder y del amor del Señor; la insistencia en la oración; una fe que vence todas las pruebas.

El sordomudo (7:31-37)

El Señor volvió pronto de su breve excursión por la tierra de los gentiles para dirigir sus pasos a Decápolis: un distrito al riente del mar de Galilea, cerca del lugar donde antes había sanado al pobre “Legión”.

El hombre enfermo. Siendo sordo y tartamudo, no oía y apenas pudo expresarse. ¡Qué figura más gráfica del resultado del pecado en el hombre en la esfera espiritual! La mayoría de los mudos no saben expresarse por no oído los sonidos de la voz humana y no por ningún defecto en los órganos del habla. Los hombres no logran comprender la verdad, y “tartamudean” en su deseo de expresarla, porque el pecado les ha hecho sordos al mensaje divino. Cuando se abre el oído para escuchar el Evangelio, se suelta la lengua para la alabanza del Señor.

El Señor. Los amigos del sordo querían dictar al Señor el método que había de emplear para sanar al enfermo, pero él no acepta la sugerencia y obra de una forma especial: algo parecido a la manera en que abrió los ojos al ciego de quien leemos en Juan 9:1-41.No sabemos por qué obrase así en lugar de sanar al enfermo con su potente palabra, pero nuestra misma ignorancia nos enseña una importante lección: el Señor es soberano en sus métodos, que traen los resultados que él busca a pesar demuestra falta de comprensión. Cabe la sugerencia en este caso de que la acción del Señor – al apartar al sordo, escupir, tocar sus orejas, gemir y dar el mandato – manifestara a la vista del enfermo de la Persona del Señor y su intento, despertando así la fe, ya que su sordera le habría privado del beneficio de los relatos de las grandes obras del Maestro.

“El varón de dolores” gimió, pues sentía hondamente en su alma la terrible carga de los sufrimientos que llevaban los hombres a causa del pecado. “Ephatha” es otra expresión aramea (dialectal), que quiere decir: “Se abierto”. La repetición de la palabra exacta del mandato en arameo es una indicación del efecto producido en la mente y en la memoria de los testigos oculares (en este caso Pedro), quienes sentían la necesidad de repetir en sus narraciones la misma palabra que escucharon de los labios del Maestro.

Las gentes de Decápolis. Antes había rogado al Señor que saliera de sus términos, pero ahora, después del testimonio de “Legión” sanado y la manifestación del poder del Señor en el caso del sordomudo, exclamaron: “¡Bien lo ha hecho todo! ¡Hace a los sordos oír, y a los mudos hablar!”.

  La segunda multiplicación de panes y peces (8:1-9; 16-21)

Este milagro es muy parecido al que obró el Señor en otro lugar y ocasión, según hemos visto en 6:32-45, y las lecciones espirituales son idénticas. Algunos “críticos” han pretendido “probar” que se trata de un solo milagro, que se repite por descuido, pero los Evangelistas no suelen caer en tales “descuidos”, y nosotros creemos que la forma de obrar del Señor en estas ocasiones es de tanta importancia como ilustración del carácter y del alcance de su misión, que la inclusión de las narraciones parecidas es otra manifestación de la guía del Espíritu Santo.

Notemos las siguientes diferencias entre los dos milagros:

1ª La ocasión: El primer milagro fue obrado después de la misión de los Doce; éste después de la jira por la región semi pagana de Decápolis. 2ª El lugar: Aun cuando la frase introductoria es bastante vaga, “en aquellos días”, es natural suponer que el incidente se realizó al final de la misión en Decápolis. 3ª. La multitud: En aquél, las gentes habían dado la vuelta al lago para encontrarse con el Señor, quien satisfizo su necesidad física en la tarde del mismo día; aquí, la multitud había estado con el Señor tres días, y se hallaba en peligro de desmayar por los caminos si la hubiera despachado sin comer. 4ª La provisión a mano: En la primera ocasión, la provisión consistía en cinco panes y dos peces; aquí, de siete panes y unos pocos pececillos. 5ª El número de los que comían: Entonces los que comieron fueron 5.000 hombres, y ahora 4.000. 6ª Lo que sobró: En el capítulo 6 se recogieron los pedazos en doce “confines”, o sea, cestas de mimbre; en esta porción se emplean siete grandes espuertas de cuerda. 7ª Lo que pasó después: Siguiendo el primer milagro, el Señor mandó a sus discípulos que subiesen en el barco para emprender el viaje de regreso solos, mientras que él se retiraba para orar; después de este milagro el Señor sube con ellos para ir a Dalmanutha.

Si queremos otra prueba de que se trata de dos ocasiones distintas, la hallaremos en la pregunta que hizo el Señor a sus torpes discípulos en 8:19 y 20: “Cuando partí los cinco panes entre cinco mil, cuántas espuertas llenas de los pedazos alzásteis  - Y ellos dijeron: Doce- Y cuando los siete panes entre cuatro mil, cuántas espuertas llenas de los pedazos alzásteis – Y ellos dijeron: Siete.

Las preocupaciones de los discípulos. Nos extraña oír a los discípulos preguntar “¿De dónde podrá alguien hartar a estos de pan en el desierto?” (8:4) cuando, algún tiempo antes, habían sido testigos oculares del poder y de la voluntad de Señor para satisfacer la necesidad de una gran multitud, en circunstancias casi idénticas. Por añadidura, caen en el mismo pecado de incredulidad en otro caso análogo poco después del milagro repetido, ya que se preocupaban por la falta de pan en el barco, en el viaje de Dalmanutha a Bethsaida (8:16). ¿Eran estos hombres torpes e incrédulos más que todos los hombres de la tierra? En ninguna manera, sino que representan la tendencia de los creyentes en todo tiempo de olvidarse de las grandes liberaciones de Dios a su favor, cuando de nuevo se les presenta problemas que, aparentemente, no tienen solución. Es interesante notar que es Pedro mismo, por medio de Marcos, quien insiste en la falta de memoria y de fe de parte de los discípulos, de quienes él era portavoz. La experiencia de los años en que acompañaron al Señor tuvo que ser interpretada a la luz de la Cruz y de la Resurrección, y los efectos se ven palpablemente en la vida de fe de Pedro después del Día de Pentecostés. Así también en nuestras vidas: las experiencias en sí nos enseñarían poco aparte de la Palaba Santa y de una honda comprensión del significado de la Obra de Cristo en la Cruz y la Resurrección, interpretada por el Espíritu Santo.

La señal del Cielo (8:10-13)

Al llegar a Dalmautha (no se ha identificado este sitio), los fariseos empezaron de nuevo a altercar con Jesús y le pidieron una señal del cielo; perversa petición que hizo “gemir” al Señor en su espíritu, por la evidente manifestación de la ceguera voluntaria y obstinada de estos “guías” de Israel. Al parecer, buscaban una “señal” dramática: una manifestación en el cielo, al estilo de la gloria encima del monte Sinaí o el fuego que consumió el sacrificio de Elías en el monte Carmelo. No habían querido ver “la gloria de Dios en la faz de Jesucristo”, ni habían comprendido las múltiples manifestaciones del poder y del amor de Dios en las grandes obras de sanidad llevadas a cabo por el Señor Jesús. ¡Qué ceguera más funesta e imperdonable! La contestación del Señor se da de una forma más completa en Mateo 16:4: “Señal no les será dada sino la señal de Jonás profeta”; es decir; la señal del Señor que bajó al sepulcro después de su muerte expiatoria, de la manera en que Jonás fue tragado por el monstruo marino, volviendo luego a presentarse como medio de bendición en su Resurrección al tercer día. Esta es la “señal” permanente que se presenta ante los hombres en esta dispensación de gracia, y si ésta no se comprende, no queda otra señal de bendición. El día vendrá cuando los incrédulos verán una señal por demás dramática:”: la señal del Hijo del Hombre en el cielo” (Mt.24:30), pero será la señal de juicio para los rebeldes.

Dejándoles se fue. ¡Frase muy solemne! El Señor no insistió en presentar la verdad ante los rebeldes empedernidos, quienes habían tenido ocasión de sobra de conocerle y acudir a él.  Podemos suponer que habían rechazado su última oportunidad de ser salvos, ya que el Señor les volvió las espaldas para marcharse de en medio de ellos. Hay límites a las oportunidades que se presentan de aceptar la gracia divina, y los hombres no pueden “jugar” con Dios. “No contenderá mi Espíritu con los hombres para siempre”, dijo Jehová, antes del juicio del Diluvio.

La levadura de los fariseos y de Herodes (8:14-21)

En el barco, el Señor dio una solemne amonestación a los suyos: que se guardasen de la levadura de los fariseos y de Herodes. En general, la levadura se emplea en las Escrituras como símbolo del pecado, especialmente en sus formas sutiles, ya que la levadura se extiende por toda la masa y cambia su naturaleza. Evidentemente, la levadura de los fariseos era la hipocresía y el formalismo, que concedía mucha importancia a la forma externa de la religión al par que pasaba por algo la santidad interior de una vida que se desenvuelve en la presencia de Dios. Esto se ilustra muy claramente en el pasaje ya considerado de 7:1-23. La dinastía de los Herodes (descendientes de Herodes el “Grande”, rey idumeo que supo, por violencia y por astucia, apoderarse del trono de Palestina), manifestaba gran respecto externo a la religión de Israel, pero introdujeron muchas prácticas griegas y su política en la de “helenizar” la nación. Además de esto, eran hombres mundanos y malvados en alto grado. Su levadura, pues, era la mundanalidad que existía bajo una capa de “religiosidad”.

El ciego de Bethsaida (8:22-26)

Este milagro se parece al de la curación del sordomudo de Decápolis, ya que el Señor rechaza las indicaciones de los amigos en cuanto al medio a usar para abrirle los ojos, le saca de la aldea y procede por “etapas”, para completar la curación. Hubo un momento en que el hombre ya veía a los hombres, pero mal enfocados, como si hubiesen sido “árboles”, mas otro contacto de las manos del Señor perfeccionó la obra de sanidad “y vio de lejos y claramente a todos”.  Hay hermanos que creen que la experiencia de conversión que tuvieron ellos ha de ser modelo y patrón para todos. Es cierto que no pueden faltar en ningún caso los elementos del arrepentimiento y la fe, pero es igualmente cierto que la “visión celestial” se recibe de infinidad de maneras, y que a veces la perfecta claridad no llega a las almas sino por largas y penosas etapas. Pero “es el mismo Señor quien obra todas las cosas en todos”.

Preguntas:

1.¿Por qué no salió el Señor Jesús de los límites de Palestina más que una vez?

2. Explique las palabras del Señor: “No es bien tomar el pan de los hijos y echarlo a los perrillos”. ¿En qué consistía la fe de la mujer sirofenisa?

3. La curación del sordomudo de Decápolis y del ciego de Bethsaida se parecen en ciertos aspectos. ¿Cuáles son?

4. Señálense algunas de las diferencias entre las ocasiones cuando Jesús satisfizo el hambre: 1) de los cinco mil; 2) de los cuatro mil.

5. Explíquese el significado de la levadura de los fariseos y de Herodes. Señálese la ocasión cuando los discípulos dieron muestra de no haber comprendido el significado de los dos milagros de la multiplicación de los panes y de los peces.

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