PAZ SOBRE LA ANSIEDAD
Una vida plena de paz:
victoria sobre la ansiedad. |
Por nada estéis afanosos. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús (Fil. 4:6-7).
El mismo Señor de paz os dé siempre paz
en toda manera (2 Ts.3:16).
En
cierta ocasión se pidió a dos pintores que ilustraran su idea de paz. Uno pintó
un lago solitario, con aguas tranquilas y unas montañas suaves al fondo. Para
este hombre, la paz era quietud, silencio, un lugar donde nada turba la
tranquilidad. El otro dibujó una cascada, el agua cayendo con fuerza y ahí,
escondido en la horquilla de una frágil rama de abedul, salpicado por el agua,
un pequeño pájaro con su nido. Su idea de paz era un lugar seguro en medio de
una impetuosa cascada.
¿Con
cuál de las dos pinturas te identificas más? ¿Cuál es tu concepto de paz?
Ciertamente el Señor, como buen pastor, quiere que disfrutemos
de delicados pastos y aguas de reposo (Sal. 23:2), pero la imagen de la cascada y el nido del
pajarillo ilustran mejor el concepto bíblico de paz. La paz de Cristo
no es primordialmente tranquilidad, sino seguridad, no se caracteriza
por la ausencia de peligros, sino por la presencia de Cristo
en la turbulencia de la cascada, no es tanto una emoción como una
posición. La posición frágil pero segura del pajarillo en la horquilla del
abedul, aun en medio de aguas tumultuosas, refleja la paz de Cristo mejor que
el lago tranquilo.
En
paz me acostaré, y asimismo dormiré, porque solo tú, Jehová, me haces vivir
confiado (Sal.4:8). David escribió estas palabras en medio de
circunstancias personales muy difíciles, quizás el momento más duro de su vida.
Absalón, su hijo, le perseguía para matarle. ¿Puede haber una experiencia más
dura para un padre? Aquella noche, sin embargo, al acostarse afirma convencido:
“voy a dormir en paz”. La cascada rugía fuerte, las aguas amenazaban, pero él
se sentía seguro, tenía paz.
La
paz de Jesús es un estado de seguridad que nace de una posición -estar en-
y se expresa en un estilo de vida, vivir confiado. No es como
el mundo la da (Jn.14:27). La paz que el mundo busca es el estanque dorado, la
ausencia de problemas; aun siendo legítima, hay en ella un toque egoísta y
hedonista.
Observemos
cómo la popular expresión “déjame en paz” se asocia con una idea más negativa
que positiva: “no me traigas problemas”. Tener paz es mucho más que estar
tranquilo. Si nuestro concepto de paz es sólo el lago tranquilo, entonces los
problemas -el agua de la catarata- la ahogarán con facilidad. La paz de Jesús,
como veremos después, es mucho más positiva, sólida y de largo alcance.
Veamos
en detalle cómo es la paz de Cristo. Nuestro texto base –Filipenses 4:4-9- es uno de los más alentadores y edificantes del
Nuevo Testamento. Vamos a compararlo a un camino con cinco estaciones.
El camino que lleva a la paz. La paz tiene una dimensión sobrenatural que le
corresponde a Dios. Es fruto del Espíritu Santo. Pero nosotros también hemos de
poner algo de nuestra parte. Por ello el apóstol usa el verbo en imperativo
para describir los cinco pasos que encontramos en el camino a la paz:
- Regocijaos en el Señor siempre (Fil.4:4)
- Vuestra
gentileza sea conocida de todos los hombres (Fil.4:5)
- No estéis
afanosos por nada (Fil.4:6)
- Sean
conocidas vuestras peticiones delante de Dios (Fil.4:6)
- Todo lo
justo, todo lo puro en esto pensad (Fil.4:8)
1. El gozo, la puerta de la paz
Regocijaos en el Señor siempre; otra vez
digo: ¡Regocijaos! (Fil. 4:4).
La
paz tiene una puerta: regocijaos en el Señor siempre. Tan
importante es esta entrada que Pablo nos lo repite: otra vez os digo:
¡Regocijaos!. El primer paso es como la llave que nos abre el acceso.
¡Formidable pórtico de entrada!
El
énfasis del apóstol no es casual. La paz y el gozo forman un todo inseparable.
Parafraseando a Valle Inclán, hay en la Biblia divinas parejas de
palabras: la justicia y la paz, la misericordia y la verdad, etc. Ahí
tenemos una de estas divinas parejas; el gozo y la paz van juntas. En este
mismo orden aparecen como parte del fruto del Espíritu. amor, gozo,
paz (Gál.5:22).
La
paz viene precedida -y enmarcada- por una “doble dosis de gozo”. Un gozo que
está por encima de las circunstancias porque es más hondo que la alegría. No
olvidemos que Pablo está escribiendo desde la cárcel de Roma y en riesgo de
muerte. Como dice un autor, Norman Wright, el gozo en la vida es una
elección.
2. La gentileza, expresión visible de la paz
Vuestra gentileza sea conocida de todos
los hombres (Fil 4:5).
Si
el gozo es la “puerta de la paz”, la gentileza es “la cara de la paz”, su
expresión visible (no la única). Franqueada la entrada, revestidos de gozo,
estamos en condiciones de adentrarnos en el camino.
El
segundo paso es cultivar la gentileza. La palabra original es muy rica en
matices y puede significar amabilidad, bondad, cordialidad, moderación.
La paz no es sólo un estado interior, algo para mí, sino que es también para
los demás, se irradia hacia fuera. Recordemos el lema “Brillando como
estrellas”. Tiene una dimensión relacional, social. Si yo tengo paz y vivo
en paz, trato a los demás con gentileza, cordialidad y bondad. La manera cómo
trato a los demás es una evidencia de mi paz interior. Lo mismo ocurre a la
inversa: un trato rudo, áspero es expresión de falta de paz. La gentileza es
como un termómetro de nuestra paz.
Hay
dos aspectos que merecen nuestra atención en la exhortación del apóstol. En primer
lugar, su carácter universal: delante de todos los
hombres (Ro. 12:17). No puede haber excepciones. No hay ningún mérito en
mostrar gentileza hacia los que nos caen bien, los amigos. Parece un eco de las
palabras de Jesús, en esto conocerán todos que sois mis discípulos, si
tuviereis amor los unos con los otros (Jn.13:35).
En
segundo lugar, observemos el realismo de Pablo. No dice “estad en paz”,
sino sea conocida vuestra gentileza. Sabía por experiencia
propia que es imposible estar en paz con todos. Así lo dio a entender en otro
texto: Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con
todos los hombres (Ro. 12:18). La doble matización previa le da un toque de realismo
muy necesario. No es posible estar en paz con todos los hombres, pero sí es
posible mostrar gentileza hacia todos.
La
gentileza, sin embargo, no está de moda, incluso, está mal vista. Corren malos
tiempos para el que quiere ser amable. Hoy se habla despectivamente del
“buenísimo” como una debilidad, algo negativo. Si te esfuerzas por ser una
persona cordial, bondadosa, moderada puedes ser acusado de “buenismo”. También
aquí estamos llamados a ir contracorriente.
La
amabilidad, la bondad, la gentileza conforman un profundo sentido de
cortesía cristiana que es expresión de madurez y de fortaleza, de
santidad y de piedad. Esta cortesía moldeada por el Espíritu Santo es uno de
los requisitos de los líderes de la iglesia (el anciano debe ser
“amable”, (1Tm.3:3) y también de todo creyente (1 Ped.3:4).
Por
tanto, el primer obstáculo hacia la paz es la ausencia de
gentileza, la rudeza expresada en un espíritu de conflicto permanente.
La vida de Jesús nos muestra amabilidad, bondad, benignidad, mansedumbre. Sus
controversias y aparente aspereza con escribas y fariseos fueron puntuales y
justificadas, incluso necesarias. Hay un tiempo y un momento para la
controversia, pero éste no es nuestro carácter ni nuestro estilo de vida. El
creyente está llamado a ser agente de paz porque Dios es un Dios de paz.
Nuestro ADN más genuino nos lleva a la gentileza, no al conflicto,
a seguir la paz con todos (Heb.12:14). Sí, una vida plena de paz irradia gentileza,
amabilidad, bondad, cortesía.
3. La ansiedad que apaga la paz
Por nada estéis afanosos (Fil. 4:6).
Pablo
nos presenta el tercer paso hacia la paz en forma negativa, algo a evitar.
Estar afanoso es un obstáculo grande en el camino hacia la paz interior, por
ello el apóstol vuelve a usar un término absoluto: por nada.
Necesitamos
entender bien qué significa estar “afanoso” o “afanarse”, de lo contrario puede
generar confusión y sentimientos de culpa. No pocos creyentes se sienten
abrumados porque confunden “ser ansioso” con “estar afanoso”. Veamos la
diferencia.
Ser ansioso es una
reacción, surge de forma automática como un reflejo natural y está
relacionada con el temperamento. Tiene una cierta base genética. Lo
llamaremos ansiedad temperamental o carácter ansioso. La
persona que tiene este problema se da cuenta, lo lamenta y desearía reaccionar
de otra manera, no quiere ser así. Lucha contra su ansiedad. Su confianza está
puesta en el Señor, no duda de Dios, pero no puede evitar estas reacciones
temperamentales de temor y anticipación ansiosa. Este tipo de ansiedad no
ofende a Dios, el Señor la entiende y no nos reprende por tener un carácter
ansioso.
El
mismo salmista exclama con sinceridad: En el día que temo, yo en ti
confío (Sal. 56:3). La ansiedad y la confianza coexisten en el corazón
del salmista. Hay un tipo de temor natural, incluso necesario, que nos protege
y nos estimula a luchar mejor ante los peligros. En algunas personas esta
reacción adaptativa aparece con excesiva intensidad (posiblemente por problemas
de química cerebral). Obviamente el ser ansioso no es un problema espiritual y,
en sí mismo, no es pecado.
Estar afanoso,
por el contrario, no es una reacción, es una actitud. Surge del
fondo del corazón, no surge de los genes como la anterior. La llamaremos ansiedad
existencial o vital. Es el miedo a que te falte o te falle algo
esencial en la vida, el sustento, el abrigo, el pan nuestro de cada día. A este
tipo de ansiedad se refirió Jesús en el Sermón del Monte: Por tanto, no os
afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber (Mt. 6:25-34).
A
diferencia de la ansiedad de carácter puede llegar a ser un pecado porque
contiene una semilla de desconfianza. Si esta semilla crece, hace a Dios
pequeño. Es la falta de confianza que el pueblo de Israel manifestó en el
desierto, actitud que irritó mucho no sólo a Moisés sino a Dios en varias
ocasiones. El pueblo olvidaba la fidelidad de Dios en el pasado. Esta amnesia
espiritual es un pecado porque lleva a la queja y convierte al Todopoderoso en
un dios de bolsillo. No obedecían el sabio consejo divino: Fíate de Jehová
de todo tu corazón y no te apoyes en tu propia prudencia (Prov.3:5).
Esta
confianza de todo tu corazón se expresa de tres maneras. Lo
llamaremos la triple “p” de la confianza:
- Confiar en
la providencia de Dios: Dios ve.
- Confiar en
la provisión de Dios: Dios provee.
- Y confiar
en la protección de Dios: Dios me guarda.
Pablo Martínez Vila
(Dr.
Psiquiatra)
(https://pensamientocristiano.com).
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